Carmen Ruano
La historia política de Javier Abreu, hasta hace poquito portavoz del Partido Socialista en La Laguna, recuerda, algo más que vagamente, el argumento de la película Uno de los nuestros, en que un joven encandilado por la vida fácil de los gánsteres que controlan su barrio deprimido empieza de chico de los recados y va ascendiendo hasta convertirse en uno de ellos. Abreu ha medrado en política con afán hasta controlar a su antojo la agrupación lagunera y ser, con todos los honores, il capo lagunetti.
Un buen capo que se precie de serlo tiene que controlar a su organización por todos los medios. Pero sin que se note. Un ejemplo de la astucia de Abreu es la asamblea celebrada esta semana para discutir los malos resultados electorales de la banda socialista en el feudo de Ana Oramas. Lo de discutir es un eufemismo, porque el objetivo de la reunión no era otro que conseguir por todos los medios que nadie pusiera en duda el liderazgo del capo lagunetti y menos que pudiera ser apeado del sillón de mando. Así que con su secuaz Pedro Ramos trazó un plan perfecto para salir victorioso.
La estrategia no era mala, pero tenía un punto flaco. Era demasiado evidente. Primero se reúne a un grupo numeroso -los cálculos dicen que unos 70- con contrato en precario y trabajadores de un centro hospitalario. Se les dice, suavemente, qué tienen que hacer y por quién tienen que votar. Se convoca a 400 personas, de las que se supone que irían unas 300. Se busca un lugar pequeño, se colocan sólo 40 sillas y a marear la perdiz con la fórmula de votación para que se vayan los que no están aferrados a la silla o la pared de su contrato temporal.
Pero il capo lagunetti no deja nada al albur. Por si las moscas. Se idea una moción de confianza -suena a broma lo de confianza- que no contemplan los estatutos del partido y que ¡oh, casualidad! permite a la propia ejecutiva que ha perdido de forma estrepitosa las elecciones votarse a sí mismos. Quién mejor que uno mismo para darse ánimos y apoyos cuando llega el caso. El resultado de la votación ya lo saben. En contra de Abreu votaron 122 personas y a favor 145. Si descontamos a los 70 que fueron obligados y a los 30 de la propia ejecutiva denostada, resulta que il capo lagunetti ganó por una abultada minoría de 122 a 45. Un resultado magistral y una jugada genial. Eso tendrán que reconocerlo.
Es una pena que a nadie se le haya ocurrido contratar a Javier Abreu en la Consejería de Sanidad para hacer las mismas virguerías con las lista de espera. Barrunto que las liquidaba en menos de una semana. Sobre todo, si su puesto y su sueldo, dependen del resultado.
Porque ésa es otra. Il capo lagunetti no ha trabajado -casi- en su vida. Salvo en política. Y es muy duro, a su edad y con su cualificación, ponerse a buscar trabajo en una comunidad autónoma donde el paro sube casi todos los meses. Es lo que les ocurre a los que hacen de la política su único y exclusivo modus vivendi. A determinada edad, terminan sin oficio, ni beneficio. Salvo el manejo de las cuentas del grupo municipal. Dicen algunos concejales, cuyo nombre omito para no crearles un problema serio, que Abreu maneja a su antojo las cuentas del partido y que no da cuenta de ellas. Los más atrevidos, incluso, insinúan que saben que se ha producido un ingreso cuando el ex portavoz estrena trajito nuevo.
Dicen que se codea con el sector rosa del Partido Socialista, ahora muy influyente, para garantizarse apoyos que le permitan continuar en el puestito. A pesar de que sus mayores logros, en los últimos meses, sean ganar asambleas y darle la mayoría absoluta a sus adversarios políticos. De hecho, en su propio partido han llegado a pensar que se ha pasado al otro bando, pero yo, sinceramente, no me lo creo hasta que la nueva alcaldesa, Ana Oramas, decida hacer una cuestación pública para erigirle un monumento. Le sugiero incluso la leyenda de la peana: Al mejor opositor, que siempre consiguió que ganáramos las elecciones.
La Opinión de Tenerife
La historia política de Javier Abreu, hasta hace poquito portavoz del Partido Socialista en La Laguna, recuerda, algo más que vagamente, el argumento de la película Uno de los nuestros, en que un joven encandilado por la vida fácil de los gánsteres que controlan su barrio deprimido empieza de chico de los recados y va ascendiendo hasta convertirse en uno de ellos. Abreu ha medrado en política con afán hasta controlar a su antojo la agrupación lagunera y ser, con todos los honores, il capo lagunetti.
Un buen capo que se precie de serlo tiene que controlar a su organización por todos los medios. Pero sin que se note. Un ejemplo de la astucia de Abreu es la asamblea celebrada esta semana para discutir los malos resultados electorales de la banda socialista en el feudo de Ana Oramas. Lo de discutir es un eufemismo, porque el objetivo de la reunión no era otro que conseguir por todos los medios que nadie pusiera en duda el liderazgo del capo lagunetti y menos que pudiera ser apeado del sillón de mando. Así que con su secuaz Pedro Ramos trazó un plan perfecto para salir victorioso.
La estrategia no era mala, pero tenía un punto flaco. Era demasiado evidente. Primero se reúne a un grupo numeroso -los cálculos dicen que unos 70- con contrato en precario y trabajadores de un centro hospitalario. Se les dice, suavemente, qué tienen que hacer y por quién tienen que votar. Se convoca a 400 personas, de las que se supone que irían unas 300. Se busca un lugar pequeño, se colocan sólo 40 sillas y a marear la perdiz con la fórmula de votación para que se vayan los que no están aferrados a la silla o la pared de su contrato temporal.
Pero il capo lagunetti no deja nada al albur. Por si las moscas. Se idea una moción de confianza -suena a broma lo de confianza- que no contemplan los estatutos del partido y que ¡oh, casualidad! permite a la propia ejecutiva que ha perdido de forma estrepitosa las elecciones votarse a sí mismos. Quién mejor que uno mismo para darse ánimos y apoyos cuando llega el caso. El resultado de la votación ya lo saben. En contra de Abreu votaron 122 personas y a favor 145. Si descontamos a los 70 que fueron obligados y a los 30 de la propia ejecutiva denostada, resulta que il capo lagunetti ganó por una abultada minoría de 122 a 45. Un resultado magistral y una jugada genial. Eso tendrán que reconocerlo.
Es una pena que a nadie se le haya ocurrido contratar a Javier Abreu en la Consejería de Sanidad para hacer las mismas virguerías con las lista de espera. Barrunto que las liquidaba en menos de una semana. Sobre todo, si su puesto y su sueldo, dependen del resultado.
Porque ésa es otra. Il capo lagunetti no ha trabajado -casi- en su vida. Salvo en política. Y es muy duro, a su edad y con su cualificación, ponerse a buscar trabajo en una comunidad autónoma donde el paro sube casi todos los meses. Es lo que les ocurre a los que hacen de la política su único y exclusivo modus vivendi. A determinada edad, terminan sin oficio, ni beneficio. Salvo el manejo de las cuentas del grupo municipal. Dicen algunos concejales, cuyo nombre omito para no crearles un problema serio, que Abreu maneja a su antojo las cuentas del partido y que no da cuenta de ellas. Los más atrevidos, incluso, insinúan que saben que se ha producido un ingreso cuando el ex portavoz estrena trajito nuevo.
Dicen que se codea con el sector rosa del Partido Socialista, ahora muy influyente, para garantizarse apoyos que le permitan continuar en el puestito. A pesar de que sus mayores logros, en los últimos meses, sean ganar asambleas y darle la mayoría absoluta a sus adversarios políticos. De hecho, en su propio partido han llegado a pensar que se ha pasado al otro bando, pero yo, sinceramente, no me lo creo hasta que la nueva alcaldesa, Ana Oramas, decida hacer una cuestación pública para erigirle un monumento. Le sugiero incluso la leyenda de la peana: Al mejor opositor, que siempre consiguió que ganáramos las elecciones.
La Opinión de Tenerife