eldiario.es - 06/01/2013 - 19:43h
Me preocupa la deriva soberanista de RTVE. Me refiero a lo que pasó el viernes, cuando el soberano tomó —sin tanques— la televisión pública para cometer en el momento más inoportuno el tercer error conocido de su corta historia. Al frente de la imagen borbónica tiene que haber un infiltrado republicano; si no, no se explica ese disparate. La patética imagen de Hermida —que en media hora tiró por la borda el prestigio acumulado durante décadas— charlando distendidamente con el rey acerca de un mundo que no existe se estudiará en las facultades de comunicación de todo el mundo como ejemplo de ruinosa estrategia de imagen.
Ya puestos a sacar al rey hasta en la sopa, yo hubiera preferido ver a Juan Carlos en el estupendo formato inventado por su amigo Hugo Chávez. La idea de emitir todas las semanas en prime time una especie de Aló, Monarca se me ocurrió mientras escuchaba la entrevista. Qué cosas: oyendo hablar al rey me venía a la cabeza una y otra vez lo que le gritó al presidente venezolano.
El caso es que no es necesario que estupendos periodistas como Hermida se inmolen frente a las cámaras en ofrenda a su rey. No estamos para tirar nada, ni siquiera prestigios. Juan Carlos puede coger un micrófono él solito —igual que Chávez— y hacer el ridículo durante horas alternando el análisis de la Política Con Mayúscula, el comentario de la actualidad con minúscula y las rancheras. Y los espectadores —que los tendría, y muchos— podrían comunicarse, e incluso financiar los gastos de la Casa Real, enviando un sms al 6969 indicando en el texto Para mi rey, algo que lo acercaría mucho a las capas más humildes de la sociedad.
Podría también el rey abrirse un perfil en Facebook. Juan Carlos de Borbón. Trabaja en La Zarzuela. De Roma. Vive en Madrid. Estado civil: es complicado. Tendría un montón de amigos. Eso sin contar la simpatía que produciría —incluso en los chicos de Bildu— abrir el Facebook y encontrarse con que “Juan Carlos de Borbón te ha enviado una solicitud de amistad”. A unos les daría placer aceptarla y a otros rechazarla, pero a todos nos haría gracia su campechanía y nos sentiríamos mucho más cerca de nuestro soberano. Imaginaos que escribís un pensamiento profundo en vuestro muro y que al día siguiente os encontráis con que “A Juan Carlos de Borbón le gusta esto”. Reconoced que os ablandaría. Además, gracias a Facebook los ciudadanos podríamos controlar las amistades del rey, saber dónde está en cada momento, y comprobar si tiene bloqueado a Urdangarín.
Y lo que ya está tardando más de lo debido es un perfil oficial en Twitter, el único instrumento reconocido en todo el mundo que mide fehacientemente la popularidad. ¡Si lo tiene hasta el Papa! ¿A qué está esperando la Casa Real para dar de alta la cuenta @jcborbon o directamente @elrey? En pocas horas tendría —estoy seguro— centenares de miles de seguidores. Y podría decir sus cositas sin necesidad de que las aprobara el Gobierno: “Me preocupan las intransigencias que conllevan políticas rupturistas” (68 caracteres) o “Lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas” (102 caracteres).
Porque, eso sí, sus tweets no podrían superar en ningún caso los 140 caracteres. Twitter no es como España, amigos, es una empresa seria, y no creo que allí hicieran excepciones ni siquiera con el rey Juan Carlos.
Ya puestos a sacar al rey hasta en la sopa, yo hubiera preferido ver a Juan Carlos en el estupendo formato inventado por su amigo Hugo Chávez. La idea de emitir todas las semanas en prime time una especie de Aló, Monarca se me ocurrió mientras escuchaba la entrevista. Qué cosas: oyendo hablar al rey me venía a la cabeza una y otra vez lo que le gritó al presidente venezolano.
El caso es que no es necesario que estupendos periodistas como Hermida se inmolen frente a las cámaras en ofrenda a su rey. No estamos para tirar nada, ni siquiera prestigios. Juan Carlos puede coger un micrófono él solito —igual que Chávez— y hacer el ridículo durante horas alternando el análisis de la Política Con Mayúscula, el comentario de la actualidad con minúscula y las rancheras. Y los espectadores —que los tendría, y muchos— podrían comunicarse, e incluso financiar los gastos de la Casa Real, enviando un sms al 6969 indicando en el texto Para mi rey, algo que lo acercaría mucho a las capas más humildes de la sociedad.
Podría también el rey abrirse un perfil en Facebook. Juan Carlos de Borbón. Trabaja en La Zarzuela. De Roma. Vive en Madrid. Estado civil: es complicado. Tendría un montón de amigos. Eso sin contar la simpatía que produciría —incluso en los chicos de Bildu— abrir el Facebook y encontrarse con que “Juan Carlos de Borbón te ha enviado una solicitud de amistad”. A unos les daría placer aceptarla y a otros rechazarla, pero a todos nos haría gracia su campechanía y nos sentiríamos mucho más cerca de nuestro soberano. Imaginaos que escribís un pensamiento profundo en vuestro muro y que al día siguiente os encontráis con que “A Juan Carlos de Borbón le gusta esto”. Reconoced que os ablandaría. Además, gracias a Facebook los ciudadanos podríamos controlar las amistades del rey, saber dónde está en cada momento, y comprobar si tiene bloqueado a Urdangarín.
Y lo que ya está tardando más de lo debido es un perfil oficial en Twitter, el único instrumento reconocido en todo el mundo que mide fehacientemente la popularidad. ¡Si lo tiene hasta el Papa! ¿A qué está esperando la Casa Real para dar de alta la cuenta @jcborbon o directamente @elrey? En pocas horas tendría —estoy seguro— centenares de miles de seguidores. Y podría decir sus cositas sin necesidad de que las aprobara el Gobierno: “Me preocupan las intransigencias que conllevan políticas rupturistas” (68 caracteres) o “Lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas” (102 caracteres).
Porque, eso sí, sus tweets no podrían superar en ningún caso los 140 caracteres. Twitter no es como España, amigos, es una empresa seria, y no creo que allí hicieran excepciones ni siquiera con el rey Juan Carlos.
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